sábado, 3 de agosto de 2013

La mansión

-Tío, despierta, el jefe quiere verte-. Durante unos segundos me fue imposible identificar quien me hablaba. Después supuse que era el lameculos de Dalten, sí, era Dalten. El íntimo amigo del dueño de la casa, del jefe, del millonario. Esa especie de trepa que se apega al poder como las polillas a la luz, capaz de hacer cualquier cosa para tener a su jefe contento y confiado, esperando así su recompensa. Es como una simbiosis, Dalten permite que el jefe abuse de él y entonces el jefe le permite acercase a recoger las sobras. Si cree que va a conseguir más, como ser el heredero de la empresa, está muy equivocado.

He frecuentado este sitio más de lo que me esperaba y la sala del jefe, el millonario, el dueño de la casa más de lo que desearía. Todo por pedir mis raciones de heroína refinada preparada para inhalar. Cada uno de los otros tipos que estaban en la casa tenían sus propios problemas, dispuestos a cortarte el cuello o a volarte la cabeza por conseguir más droga o saldar sus deudas.
Sobre todo, en el instituto, quieren aleccionarte sobre los efectos negativos de las drogas en el cuerpo. Vienen esos tipos con sus aburridas charlas, con más ganas de irse ellos a sus casas que los propios adolescentes. Y crees que nunca te hará falta saber el efecto y mucho menos el nombre de cada sustancia.
Me incorporo de ese sofá estampado, en el que si te fijas, puedes distinguir todas las manchas. Me cuesta coordinar. A unos diez pasos se encuentra el despacho, está la puerta abierta y la visión de ese gordo sentado detrás de la mesa me provoca ganas de vomitar. Nunca he oído su nombre. Quizás se llame jefe. No quiero saber como se llama ese tipo con los pocos pelos pegados de grasa a la cabeza, con esa camisa manchada de sudor y esa cara de putero. Seguro que no se mueve nada más que para follar. Espero que el humo de ese puro disimule su olor corporal en la habitación, sino vomitaré.
-Mira chaval, ¿sabes por qué te he hecho venir?
-No, señor-. Mentí. Sí lo sé, llevo dos meses sin pagarle, pero puede que me haya llamado para otra cosa. Además, prefiero hacerme pasar por idiota.
-Lo sabes, eres un chico listo. Puedo decir con seguridad que mercancía como lo mía no podrás encontrar en todo el país y eso hay que pagarlo-. Mientras decía esto sacó una pistola del cajón y la puso sobre la mesa.
-La semana que viene tendrá el dinero-. Hace unos años quizás hubiera cogido esa pistola y me hubiera pegado un tiro. O hubiera enrabietado al jefe para que me matase de una vez, así yo ya no tendría que cargar con el pecado de mi suicidio. Antes de perderlo todo, cuando todavía luchaba por lo que creía poseer, quizás hubiera preferido perder la vida. Si superas esto, eres libre.
-Un mínimo error y estás muerto. Si no lo pagas con dinero, lo pagarás con tu vida.
No soporto que me digan lo que tengo que hacer, y menos un tipo tan marrano como éste, seguro que ahora le dará por culo al pobre Dalten. De todas formas perderá a un cliente. Pude aguantar durante la conversación, pero no a muchos metros de la casa vomité, sobre todo bilis.

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