sábado, 10 de agosto de 2013

Hasta los huesos

       Si te llenas el estómago de agua antes de comer, te sentirás saciado con muy poco. Y si empiezas comiendo fruta o verdura, estarás lleno sin necesidad de ingerir carbohidratos. Nada de grasa, siempre productos light. Parece que eres alguien, que puedes hablar con propiedad, cuando estás seguro de creer haber inventado algo tú sola. También estoy segura de que cada mente tiene su propio enfoque de esta situación, cada persona conocerá sus puntos débiles y como evitarlos.
Eso era lo que necesitaba, estar segura. Por primera vez, en mi puta vida, estaba segura. Me había propuesto algo y lo había conseguido. Me odio. Odio todo mi cuerpo, pero sobre todo odio este careto. No soporto los espejos. Todos los días la misma cara, esa estúpida cara de niña mimada que no ha sufrido nada en la vida, de niña de papá que siempre lo ha tenido todo aunque no lo crea así y que probablemente haya llegado a esta situación para llamar su atención.

Allí estaba yo, engañada, matando el tiempo de aquella tarde en la sala de espera de aquel hospital jugando al tetris con el móvil. Sabía que mi familia conspiraba contra mí a mis espaldas. Dicen mi nombre por el altavoz, pero no hago caso. La puerta de la consulta está entreabierta, y puedo ver como la enfermera me observa. Sabe que soy yo y que no pienso entrar. Se acerca a mí y me coge del brazo invitándome a entrar por las buenas.
Una vez que vuelves a caer en este lío de mierda estás deseando salir, quitarte de encima todas estas citas médicas y “ser libre”. Aunque siempre te controle hacienda, te asfixien a impuestos, tengas que declarar todo lo que tienes y no puedas ir a todos los sitios que quisieras. Tengas que tener un trabajo para que parte de tu dinero ganado honradamente lo disfruten los políticos. Pero permitir que te controlen lo que comes y dejas de comer, el peso que has ganado o perdido… no te dejan que te mueras, ¿y si es lo que quieres?
Ya intenté llenarme el estómago de agua, pero estás máquinas lo detectan todo, porcentaje de grasa y de músculo. Paso de apuntar lo que se supone que como diariamente. Miento. 39kg -¿Es que te crees que me chupo el dedo? No estás comiendo-. Me ingresarán de nuevo. Cuando esto sucede, como hasta reventar. El plan ha fracasado y me odio más que nunca. El hígado se me inflamará lo que provocará una nueva cita con el doctor de medicina interna. Psiquiatras, psicólogos, nutricionistas… pronto volverán a darme la condicional.
Esa satisfacción de poder caber en la talla más pequeña de ropa.
No me va lo de vomitar. Probé con los dedos y apenas me dieron arcadas. Probé con el cepillo de dientes y para vomitar un poco me rompí la garganta con las cerdas. Y después de tanto invento ya no sabes lo que es el hambre. Jamás volverá el deseo de comerte un pastelito o un helado a media tarde. Miedo a engordar. No permitiré que mis muslos sufran rozaduras por fricción. No me arrepiento de lo que estoy haciendo.
Pelo y uñas debilitados. Los ojos hundidos y los pómulos resaltados. El color de la piel no es muy saludable. Al no haber carne, la nariz parece más prominente. No te quedan fuerzas y esperas no despertar cuando te acuestes. Que mi esqueleto se transparente a través de mi piel no es suficiente.

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